sábado, febrero 24, 2007

La nieve está blandita

El relativamente indoloro proceso de integración con los austriacos progresa adecuadamente (como las notas del cole cuando éramos chicos). El fin de semana del 9, 10 y 11 de febrero me fui con un grupo de gente de mi cocina a un pueblecito cerca de Salzburg a esquiar. Eran todos austriacos, excepto un muchacho croata, pero vamos fue un curso intensivo de alemán en toda regla. Yo viajé desde Viena con el croata en coche. Me llama el día de antes y me dice que llegará a Pfeilheim (mi residencia) a las siete y media, ¡a las siete y media! Esa es hora de salir a la calle por favor. Bueno, a pesar de todo, hacemos un viaje de cuatro horas (os aseguro que cuatro horas hablando alemán sin parar es bastante estresante), en el que, obviamente nos perdimos y terminamos visitando ¡Alemania! (una frontera preciosa, si se me permite opinar).

El viernes por la tarde lo pasamos comprando comida en el Spar, visitando un poco el pueblecito (visitarlo algo más de un “poco” no era espacialmente posible) y fuimos a las termas. Claramente eso fue lo mejor de todo el fin de semana, piscinitas de agua caliente, sauna de vapor, bueno, una maravilla. Pero, ¡oh, tragedia!, llegó el día siguiente y tocaba esquiar. En ese momento comprendí porqué los españoles no nacen con unos esquís en los pies (a pesar de los obvios inconvenientes para la madre) a diferencia de los austriacos (cuya principal exportación son campeones de esquí). Me tiré todo el día intentando aprender a frenar (éxito moderado) y cambiar de dirección (ejem...) en las pistas donde aprendían los niños de cuatro años. Resultaba realmente patético ver cómo los niñitos que aprendían a esquiar en media hora esquivaban a Alex con toda facilidad, mientras que cuando yo quería esquivar un obstáculo, me limitaba a taparme los ojos con la esperanza de que como lo veía no me lo comería (no funciona siempre). Al final de la jornada, un austriaco me consiguió convencer para subir a una de las pistas más fáciles (aún no sé cómo lo consiguió), ahí estamos, los dos sentados en el telesilla y me dice que cuando nos bajemos gire a la izquierda porque hay una pared. Le recuerdo amablemente entre gritos desesperados que no sé girar, pero demasiado tarde, llegamos al final de la ascensión y comienzo a deslizarme por la nieve dirección al muro. No hay problema, pensé, sólo tenía que frenar, visto que mis habilidades “frenatorias” no estaban demasiado desarrolladas, utilizo la segunda técnica que conocía (tirarme al suelo), funcionó a las mil maravillas. Tras volver a ponerme los esquís, vuelvo a empezar a bajar, pero en esta ocasión lo que había frente a mi era un barranco con árboles, así que volví a utilizar la técnica que tan buenos resultados me había proporcionado. Llegué a la conclusión de que a pesar de que la nieve estaba blandita, era poco probable que llegara al final de la pista con vida, así que esquié utilizando un método nuevo hasta abajo del todo (me quité los esquís y fui a patita, o arrastrando el culo, dependiendo de la pendiente de la montaña).

Ya había dado muchos momentos de gloria al deporte blanco, así que decidí que no era esencial que volviera a ponerme unos esquís en mi vida (sé que mis fans lo lamentarán, pero así es la vida), por tanto quiero aprovechar para anunciar en esta bitácora mi retirada definitiva de los circuitos profesionales, es hora de dejar paso a las nuevas promesas.

El día siguiente lo dediqué a visitar el pueblo (realmente sólo dediqué una hora, no daba para más) y contemplar cómo los niñitos aprendían en media hora a frenar y girar, tras lo cual sus austriacos padres los arrojaban sin piedad por las pistas (con sorprendentes buenos resultados).

Así fue mi viaje de convivencia, en general, aunque la experiencia con el esquí no fue satisfactoria, hago un balance positivo de la excursioncita. Y ahora sigo en Viena trabajando en el proyecto de fin de carrera a ver si me diera tiempo a terminarlo, pero por lo que he oído no va a ser fácil, la gente me dice que normalmente hacen falta 6 meses de dedicación exclusiva, así que imagino que tendré que hablar con mi tutora (si consigo que se acuerde de que existo) para hacer algo más corto (son 30 créditos ETCS, una animalada).

Se acerca la próxima visita, el día 4 de marzo vienen Jose, Fátima y Myriam. Les daré un par de vueltas por aquí, y les enseñaré las maravillas típicas de la ciudad, los puestos de salchichas, los yonkis de Karlplatz y los puestecillos de periódicos que ponen en cada esquina de la ciudad.

Nada, hasta la semana que viene (algunos) o hasta que vuelva a escribir algo (la mayoría). Perdón por las fotos, pero no me llevé la cámara, estas las hizo un muchacho con el móvil, y cuando había poca luz salían muy borrosas.

Hasta luego.

Alex.

jueves, febrero 01, 2007

¡Toma elipsis narrativa!

Siento el abandono temporal, pero no me he olvidado de vosotros (sólo del blog). Os voy a resumir en un par de párrafos lo que ha sido mi patética vida en los últimos dos meses (obviamente eliminaré las partes aburridas y meteré alguna escena versión ligerísimamente modificada de la realidad, como cuando maté al león de Nemea).

Tras volver de España, de pasar las Navidades en casa, me metí de lleno en la temible época de exámenes (ya sé que dos exámenes no es para tener mucho miedo, pero los apuntes de los dos estaban en alemán, que eso tira mucho para atrás). Tenía que acabar una práctica, un algoritmo genético híbrido para resolver el problema del Capacited Vehicle Routing, y el mismo día que se entregaba tenía que hacer el examen oral de la asignatura. Acabé las prácticas in extremis y fui a la entrevista. Debido a un imperdonable fallo en el sistema educativo, aprobé. Al día siguiente tenía la presentación de otras prácticas (un reconocedor del valor de monedas de euro más simple que el mecanismo de un botijo), enfrentados a una numerosísima clase de no menos de 8 personas, nos encontrábamos solos ante el peligro el chaval español con el que había hecho las prácticas y yo. Pasó lo que tenía que pasar, los dos, con nuestro purísimo inglés de Villacascajo del Tententieso, defendimos como pudimos lo que habíamos hecho ante los comentarios del profesor que iban en la línea: “Pero mira que hubiera sido fácil hacerlo mucho mejor”, a lo que en un alarde de elocuencia respondimos: “¡Timmy!”. Una semana después fue el examen de esa asignatura, escrito, en inglés, con los apuntes delante, ¿el examen más fácil de los que he hecho aquí?, ¡¡¡no!!! Duraba sólo una hora, y había varios ejercicios de esos de tirarse varios años bisiestos haciendo cuentas, y yo con mi sagacidad habitual no me había llevado calculadora, así que me puse a hacer cuentas con el móvil, sentado justo delante del profesor, que imagino que estaría pensando: “¿Qué hace el tío este? ¡Ah, si es español! Entonces es normal, será algo típico de su cultura”. Y hasta aquí mi estresante época de exámenes, que acabó el miércoles 24 a las 13.15 horas.

Había quedado con mi tutora del proyecto el día 29 para que empezara a darme bibliografía para leer y buscarme un sitio para trabajar en el edificio del instituto. Pero aún tenía unos pocos días antes para sentarme delante de la ventana a ver cómo nevaba. Sí efectivamente nevó un montón (llegó a haber 3 ó 4 centímetros de nieve en la calle), aunque cuando le comenté a mi Tandem que había nevado mucho por poco me arranca la cabeza de una patada voladora marca Acme. Claro, como en su región están acostumbrados a tener varios metros de nieve, pues 5 centímetros le parecía ridículo. En cualquier caso, a mi sí me parecía una cosa espectacular, aunque en la zona en la que yo vivo, como está cerca del centro, pues no había mucha, pero en el parque por el que salgo a correr, sí estaba totalmente cubierto, de hecho corrí sobre la nieve, con copos cayendo a mi alrededor. Lo más absurdo, es que había más gente corriendo, no éramos los únicos locos, así que queda claro que esto no es como en Murcia, que cuando caen cuatro gotas, la actividad humana queda suspendida. De todas formas ahora ya hace buen tiempo otra vez, se acabó la nieve de momento.

El día de la cita con mi tutora, fui a verla, y al llegar a su oficina me pregunta que qué quiero. Era como Memento, no se acordaba de nada, ni siquiera se acordaba qué proyecto tenía que hacer yo. Total que le recuerdo de qué iba, y se pone a buscar algún libro en sus estanterías hasta que me dice que no los tiene allí, que busque en Internet o en la biblioteca. Que busque qué, le pregunto. Me da un trozo de papel en el que ha escrito las palabras claves del proyecto: “collaboration patterns, cooperation patterns, interaction patterns, & workflow patterns”. Hala, con el papelito y Google, te buscas la vida, y la semana que viene, me vienes y me enseñas lo que tengas. Así que ahora estoy con esto, a buscarme la vida como pueda.

En fin, ya os contaré más cosas. Hasta luego.